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Para los neurocientíficos, es hora de mirar más allá del cerebro. Los médicos que tratan el cuerpo no deben asumir que el cerebro está por encima de involucrarse.


Durante mucho tiempo, se pensó que el cerebro no tenía nada que ver con varios de los trastornos que ocurren en otras partes del cuerpo, pero, de hecho, se ha logrado comprobar que están estrechamente relacionados con la actividad del sistema nervioso.

Hace décadas, se pensaba que el cerebro al ser un activo valioso del cuerpo debía aislarse de forma segura detrás de una barrera biológica, y protegerse de los estragos de los gérmenes invasores, y de las batallas libradas por el sistema inmunológico y la constante agitación de las células en el resto del cuerpo.

Sin embargo, recientemente los neurocientíficos han constatado (tras una serie de pruebas) que tal aislamiento del cerebro no es correcto, pues tiene implicaciones importantes tanto para la ciencia como para la atención sanitaria.

El número de afecciones que han podido ser relacionadas con el cerebro va en aumento. Por ejemplo, se ha visto que los cambios en la composición de los microorganismos residentes en el intestino, se han relacionado con trastornos como la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de la neurona motora. Algunos estudios indican que determinadas infecciones podrían provocar la aparición de la enfermedad de Alzheimer. También existe la teoría de que una posible infección durante el embarazo podría provocar un trastorno del espectro autista en los bebés.

Al parecer, la interacción del cerebro y el cuerpo es en ambas direcciones. Hay algunos síntomas que normalmente no se consideran trastornos del sistema nervioso, en los que el cerebro y los procesos neuronales que lo conectan con el cuerpo desempeñan un papel importante. Por ejemplo, el desarrollo de fiebre está influenciado por una población de neuronas que controlan la temperatura corporal y el apetito.

El efecto del cerebro sobre el cuerpo se torna evidente al estimular una región en particular den el cerebro de ratones, que hace “recordar” al cuerpo episodios previos de inflamación y reproducirlos. Hay cada vez más pruebas de que algunos tipos de cáncer utilizan los nervios para crecer y propagarse. La Dra. Michelle Monje de la Universidad de Stanford, muestra cómo algunos tipos de cáncer cerebral consolidan conexiones con neuronas que mejoran su progresión. Por su parte, el Dr. Jonathan W. Lovelace y sus colegas de la Universidad de California exploran las vías neuronales que pueden provocar una caída en la presión arterial, ocasionando un síncope clínico.

Hasta al momento, todos los hallazgos realizados y los que aún se llevan a cabo, están marcando un cambio radical en nuestra visión del sistema nervioso y los neurocientíficos apenas están comenzando a explorar sus impactos. Para comprender realmente cómo se entrelaza el cerebro y el resto del cuerpo, los investigadores de diversos campos necesitarán trabajar juntos y de manera más estrecha. En última instancia, el objetivo debería ser estudiar la interacción entre el cerebro y el cuerpo. Esto requerirá métodos para acceder a la función cerebral, como la resonancia magnética funcional, descrito en un artículo por la Dra. Emily S. Finn y sus colegas de la Universidad de Yale.

 

La interconexión del cerebro y el cuerpo tiene implicaciones increíblemente seductoras, para comprender y tratar enfermedades. Si algunas enfermedades cerebrales comienzan fuera del cerebro, entonces, quizás, las terapias para ellas también puedan llegar desde fuera. Los tratamientos que surten efecto a través del sistema digestivo, el corazón u otros órganos, serían de mucho más fácil acceso y menos invasivos de administrar que aquellos que deben cruzar la barrera hematoencefálica, la primera línea de defensa del cerebro contra patógenos y otras agresiones del cerebro.

En sentido inverso, también podrían explotarse los efectos de nuestras emociones o estado de ánimo, sobre nuestra capacidad de recuperarnos de una enfermedad. Actualmente, se están realizando trabajos preliminares que prueban, que, si al estimular ciertas áreas del cerebro que responden a la recompensa y producen sentimientos de positividad, podría mejorar la recuperación de afecciones tales como los ataques cardíacos. Quizás aún más emocionante es la posibilidad de que el hacer cambios en nuestro comportamiento (como reducir el estrés), pueda tener beneficios similares.

Para los neurocientíficos, es hora de mirar más allá del cerebro. Los médicos que tratan el cuerpo no deben asumir que el cerebro está por encima de involucrarse, pues su actividad podría estar influyendo en una amplia gama de afecciones, desde infecciones leves hasta la obesidad crónica.

Fuente:
EDITORIAL. Nature. Naturaleza 623, 223-224 (2023). El cerebro y el cuerpo están más entrelazados de lo que creíamos. Disponible en: https://www.nature.com/articles/d41586-023-03435-2?WT. ec_id=NATURE-20231109&utm_source=nature_etoc&utm_medium=email&utm_campaign=20231109&sap-outbound-id=CFE3E516E069994FC34CFAA040E69C0662303853